domingo, 31 de mayo de 2020

" La celebración del misterio cristiano " ( CIC 1440-1445)




                                           " VI El sacramento de la Penitencia

                                                   y de la Reconciliación"

" 1440  El pecado es, ante todo, ofensa a Dios, ruptura de la comunión con El. Al mismo tiempo, atenta contra la comunión con la Iglesia. Por eso la conversión implica a la vez el perdón de Dios y la reconciliación con la Iglesia, que es lo expresa y realiza litúrgicamente el sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación ( Cf. LG 11).

                                                   Sólo Dios perdona los pecados

   1441  Sólo Dios perdona los pecados ( Cf. Mc 2, 7). Porque Jesús es el Hijo de Dios, dice de sí mismo: " El Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra" ( Mc 2, 10) y ejerce ese poder divino: " Tus pecados están perdonados" ( Mc 2, 5; Lc 7, 48). Más aún, en virtud de su autoridad divina, Jesús confiere este poder a los hombres ( Cf. Jn 20, 21, 23) para que lo ejerzan en su nombre.

1442  Cristo quiso que toda su Iglesia, tanto en su oración como en su vida y su obra, fuera el signo y el instrumento del perdón y de la reconciliación que nos adquirió al precio de su sangre. Sin embargo, confió el ejercicio del poder de absolución al ministerio apostólico, que está encargado del  "ministerio de la reconciliación" ( 2Co 5, 18). El apóstol es enviado " en nombre de Cristo", y " es Dios mismo" quien, a través de él , exhorta y súplica: " Dejaos reconciliar con Dios" ( 2Co 5, 20).

                                                     
                                                Reconciliación con la Iglesia

1443  Durante su vida pública, Jesús no sólo perdonó los pecados, también manifestó el efecto  de este perdón: a los pecadores que son perdonados los vuelve a integrar en la comunidad del pueblo de Dios, de donde el pecado los había alejado o incluso excluido. Un signo manifiesto de ello es el hecho de que Jesús admite a los pecadores a su mesa, más aún, El mismo se sienta a su mesa, gesto que expresa de manera conmovedora, a la vez, el perdón de Dios ( Cf. Lc 15) y el retorno al seno del pueblo de Dios ( Cf. Lc 19, 9).

1444  Al hacer partícipes a los apóstoles de su propio poder de perdonar los pecados, el Señor les da también la autoridad de reconciliar a los pecadores con la Iglesia. Esta dimensión eclesial de su tarea se expresa particularmente en las palabras solemnes de Cristo a Simón Pedro: " A ti te daré las llaves del Reino de los cielos, y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos" ( Mt 16, 19). " Está claro que también el Colegio de los Apóstoles, unido a su Cabeza ( Cf. Mt 18, 18; 28, 16- 20), recibió la función de atar y desatar dada a Pedro ( cf. Mt 16, 19)" ( LG 22).

1445 Las palabras atar y desatar significan: aquel a quien excluyáis de vuestra comunión, será excluido de la comunión con Dios; aquel a quien recibáis de nuevo en vuestra comunión, Dios lo acogerá también en la suya. La reconciliación con la Iglesia es inseparable de la reconciliación con Dios. " ( CIC 1440- 1445).

Comentario:

 Uno de los beneficios de la conversión y la reconciliación con Dios a través del sacramento de la Reconciliación , que yo veo, es la fórmula usada por el sacerdote quien actuando en nombre de Cristo dice "... Yo te absuelvo.." para mí es la garantía de que efectivamente el Señor me ha perdonado mi desobediencia al no hacer su voluntad independiente de los pecados que puede haber cometido o incluso tener el sacerdote que El ( Jesús) usa para dispensar su perdón.

¡Gracias Señor por dejar a tu Iglesia el sacramento de la Reconciliación.!

domingo, 24 de mayo de 2020

" La celebración del misterio cristiano" ( CIC 1434-1439)



                                              " V Diversas formas de penitencia

                                                     en la vida cristiana

1434  La penitencia interior del cristiano puede tener expresiones muy variadas. La Escritura y los Padres insisten sobre todo en tres formas: el ayuno, la oración y la limosna. ( Cf. Tb 12, 8; Mt 6, 1-18), que expresan la conversión con relación a uno mismo, con relación a Dios y con relación a los demás. Junto a la purificación radical operada por el Bautismo o por el martirio, citan, como medio para obtener el perdón de los pecados, los esfuerzos realizados para reconciliarse con el prójimo, las lágrimas de penitencia, la preocupación por la salvación del prójimo ( Cf. St 5, 20), la intercesión de los santos y la práctica de la caridad " que cubre multitud de pecados" ( 1P 4, 8).

1435  La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, la atención a los pobres, el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho ( Cf. Am 5, 24; Is 1, 17), por el reconocimiento de nuestras faltas ante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la dirección espiritual, la aceptación de los sufrimientos, el padecer la persecución a causa de la justicia. Tomar la cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia ( Cf. Lc 9, 23).

1436  Eucaristía y Penitencia. La conversión y la penitencia diarias encuentran su fuente y su alimento en la Eucaristía, pues en ella se hace presente el sacrificio de Cristo que nos reconcilió con Dios; por ella son alimentados y fortificados los que viven de la vida de Cristo; " es el antídoto que nos libera de nuestras faltas cotidianas y nos preserva de pecados mortales" ( NCc. de Trento: DS 1638).

1437  La lectura de la Sagrada Escritura, la oración de la Liturgia de las Horas y del Padrenuestro, todo acto sincero de culto o de piedad reaviva en nosotros el espíritu de conversión y de penitencia y contribuye al perdón de nuestros pecados.

1438  Los tiempos y los días de penitencia a lo largo del año litúrgico ( el tiempo de Cuaresma, cada viernes en memoria de la muerte del Señor) son momentos fuertes de la práctica penitencial de la Iglesia ( Cf. SC 109-110; CIC can. 1249- 1253; CCEO 880-883). Estos tiempos son particularmente apropiados para los ejercicios espirituales, las liturgias penitenciales, las peregrinaciones como signo de penitencia, las privaciones voluntarias como el ayuno y la limosna, la comunicación cristiana de bienes ( obras caritativas y misioneras).

1439  El proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito maravillosamente por Jesús en la parábola llamada " del hijo pródigo", cuyo centro es " el padre misericordioso" ( Lc 15, 11- 24): la fascinación de una libertad ilusoria, el abandono de la casa paterna; la miseria extrema en que el hijo se encuentra después de haber dilapidado su fortuna; la humillación profunda de verse obligado a apacentar cerdos, y peor aún, la de desear alimentarse de las algarrobas que comían los cerdos; la reflexión sobre los bienes perdidos; el arrepentimiento y la decisión de declararse culpable ante su padre, el camino del retorno, la acogida generosa del padre; la alegría del padre: todos éstos son rasgos propios del proceso de conversión. El mejor vestido, el anillo y el banquete de fiesta son símbolos de esta vida nueva, pura, digna, llena de alegría que es la vida del hombre que vuelve a Dios y al seno de su familia, que es la Iglesia. Sólo el corazón de Cristo que conoce las profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza." ( CIC 1434-1439).

Comentario:

Al leer estos puntos del Catecismo de la Iglesia sólo podemos agradecer al Señor su bondad y su Misericordia y recordar con San Josemaría el punto 521 de Camino que dice"

" ¡ Qué bondad la de Cristo al dejar a su Iglesia los Sacramentos!- Son remedio para cada necesidad.
- Venéralos y queda, al Señor y a su Iglesia, muy agradecido."

No ignoremos los beneficios del Sacramento de la Reconciliación y acudamos a él cuando nuestra alma lo necesite seguros de recibir paz y consuelo de parte del Señor principio y fin de todas las cosas.

domingo, 17 de mayo de 2020

" La celebración del misterio cristiano" ( CIC 1430-1433)




                                          " IV La penitencia interior

1430 Como ya en los profetas, la llamada de Jesús a la conversión y a la penitencia no mira, en primer lugar, a las obras exteriores " el saco y la ceniza", los ayunos y las mortificaciones, sino a la conversión del corazón, la penitencia interior. Sin ella, las obras de penitencia permanecen estériles y engañosas; por el contrario, la conversión interior impulsa a la expresión de esta actitud por medio de signos visibles, gestos y obras de penitencia ( Cf. Jl 2, 12-13; Is 1, 16-17; Mt 6, 1-6. 16-18).

1431 La penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido. Al mismo tiempo, comprende el deseo y la resolución de cambiar de vida, con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en la ayuda de su gracia. Esta conversión del corazón va acompañada de dolor y tristeza saludables que los Padres llamaron  "animi cruciatus" ( aflicción del espíritu), " compunctio cordis" ( arrepentimiento del corazón) ( Cf. Cc. de Trento: DS 1676-1678; 1705; Catech. R. 2, 5, 4).

1432 El corazón del hombre es rudo y endurecido. Es preciso que Dios dé al hombre un corazón nuevo ( Cf. Ez 36, 26-27). La conversión es primeramente una obra de la gracia de Dios que hace volver a El nuestros corazones: " Conviértenos, Señor, y nos convertiremos" ( Lc 5, 21). Dios es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo. Al descubrir la grandeza del amor de Dios, nuestro corazón se estremece ante el horror y el peso del pecado comienza a temer ofender a Dios por el pecado y verse separado de El. El corazón humano se convierte mirando al que nuestros pecados traspasaron ( Cf. Jn 19, 37; Za 12, 10).

                         Tengamos los ojos fijos en la sangre de Cristo y comprendamos cuán preciosa es a 
                         su Padre, porque, habiendo sido derramada para nuestra salvación, ha conseguido
                         para el mundo entero la gracia del arrepentimiento ( San Clemente de Roma, Cor                                7,4).

1433 Después de Pascua, el Espíritu Santo " convence al mundo en lo referente al pecado" ( Jn 16, 8-9), a saber, que el mundo no ha creído en el que el Padre ha enviado. Pero este mismo Espíritu, que desvela el pecado, es el Consolador ( Cf. Jn 15, 26) que da al corazón del hombre la gracia del arrepentimiento y de la conversión ( Cf. Hch 2, 36-38; Juan Pablo II, DeV 27-48)". ( CIC 1430-1433).

Comentario:

Pidamos con insistencia  al Espíritu Santo, en estos días previos a Pentecostés, la gracia de sentir la necesidad de la conversión sincera y el dolor de nuestras faltas para comenzar y recomenzar cada día.

" En el Sacramento de la Penitencia es donde tú y yo nos revestimos de Jesucristo y de sus merecimientos" ( SJM Camino 310).

                       


lunes, 11 de mayo de 2020

" La celebración del misterio cristiano" ( CIC 1425-1429)




                                       " II Por qué un sacramento de la Reconciliación 

                                             después del Bautismo

1425 " Habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios" ( 1Co 6, 11). Es preciso darse cuenta de la grandeza del don de Dios que se nos hace en los sacramentos de la iniciación cristiana para comprender hasta qué punto el pecado es algo que no cabe en  aquel que " se ha revestido de Cristo"( Ga 3, 27). Pero el apóstol S. Juan dice también: " Si decimos: 'No tenemos pecado', Nos engañamos y la verdad no está en nosotros" ( 1Jn 1,8). Y el Señor mismo nos enseñó a orar: " Perdona nuestras ofensas" ( Lc 11, 4), uniendo el perdón mutuo de nuestras ofensas al perdón que Dios concederá a nuestros pecados.

1426 La conversión a Cristo, el nuevo nacimiento por el Bautismo, el don del Espíritu Santo, el Cuerpo y la Sangre de Cristo recibidos como alimento nos han hecho " santos e inmaculados ante èl" ( Ef 1, 4), como la Iglesia misma, esposa de Cristo, es " santa e inmaculada ante èl" ( Ef 5, 27). Sin embargo, la vida nueva recibida en la iniciación cristiana no suprimió la fragilidad y la debilidad de la naturaleza humana, ni la inclinación al pecado que la tradición llama concupiscencia, y que permanece en los bautizados a fin de que sirva de prueba en ellos en el combate de la vida cristiana ayudados por la gracia de Dios ( Cf. DS 1515). Esta lucha es la de la conversión con miras a la santidad y la vida eterna a la que el Señor no cesa de llamarnos ( Cf. DS 1545; LG 40).


                                       III La conversión de los bautizados


1427 Jesús llama a la conversión. Esta llamada es una parte esencial del anuncio del Reino: " El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" ( Mc 1, 15). En la predicación de la Iglesia, esta llamada se dirige primeramente a los que no conocen todavía a Cristo y su Evangelio. Así, el Bautismo es el lugar principal de la conversión primera y fundamental. Por la fe en la Buena Nueva y por el Bautismo ( Cf. Hch 2, 38) se renuncia al mal y se alcanza la salvación, es decir, la remisión de todos los pecados y el don de la vida nueva.

1428 Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en la vida de los cristianos. Esta segunda conversión es una tarea ininterrumpida para toda la Iglesia que " recibe en su propio seno a los pecadores" y que siendo " santa al mismo tiempo que necesitada de purificación  constante, busca sin cesar la penitencia y la renovación" ( LG 8). Este esfuerzo de conversión no es sólo una obra humana. Es el movimiento del " corazón contrito" ( Sal 1, 19), atraído y movido por la gracia  (Cf. Jn 6, 44; 12, 32) a responder al amor misericordioso de Dios que nos ha amado primero ( Cf. 1Jn 4, 10).

1429 De ello da testimonio la conversión de san Pedro tras la triple negación de su Maestro. La mirada de infinita misericordia de Jesús provoca las lágrimas del arrepentimiento ( Lc 22, 61) y, tras la resurrección del Señor, la triple afirmación de su amor hacia él ( Cf. Jn 21, 15-17). La segunda conversión tiene también una dimensión comunitaria. Esto aparece en la llamada del Señor a toda la Iglesia: " ¡Arrepiéntete!" ( Ap 2, 5. 16).

                          San Ambrosio dice acerca de las dos conversiones que, en la Iglesia, " existen el 
                          agua y las lágrimas: el agua del Bautismo y las lágrimas de la Penitencia" ( ep                                      41,12). ( CIC 1425-1429).

Comentario: 

Valoremos y amemos el sacramento de la Reconciliación reconociendo la gran misericordia de Dios que siempre nos perdona si tenemos la decisión firme de convertirnos

"Mira que entrañas de misericordia tiene la justicia de Dios! - Porque en los juicios humanos, se castiga al que confiesa su culpa: y en el divino, se perdona- ¡ Bendito sea el santo sacramento de la Penitencia!" ( SJM Camino 309)




                                            

                                        



domingo, 3 de mayo de 2020

" La celebración del misterio cristiano" ( CIC 1420-1424)




                                                                      Capítulo segundo

                                                             Los sacramentos de curación

1420    Por los sacramentos de la iniciación cristiana, el hombre recibe la vida nueva de Cristo. Ahora bien, esta vida la llevamos en " vasos de barro" ( 2Co 4, 7). Actualmente está todavía " escondida con Cristo en Dios" ( Col 3, 3). Nos hallamos aún es " nuestra morada terrena" ( 2Co 5, 1), sometida al sufrimiento, a la enfermedad y a la muerte. Esta vida nueva de hijo de Dios puede ser debilitada e incluso perdida por el pecado.

1421 El Señor Jesucristo, médico de nuestras almas y de nuestros cuerpos, que perdonó los pecados al paralítico y le devolvió la salud del cuerpo m Cf. Mc 2, 1-12), quiso que su Iglesia continuase, con la fuerza del Espíritu Santo, su obra de curación y de salvación, incluso en sus propios miembros. Esta es la finalidad de los dos sacramentos de curación: del sacramento de la Penitencia y de la Unción de los enfermos.

                                         Artículo Cuarto: El Sacramento de la Penitencia 

                                                                    y de la Reconciliación

1422 " Los que se acercan al sacramento de la Penitencia obtienen de la misericordia de Dios, el perdón de los pecados cometidos contra El y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados. Ella les mueve a la conversión con su amor, su ejemplo y sus oraciones" ( LG 11).

                                                         El nombre de este sacramento

1423 Se le denomina sacramento de Conversión porque realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la conversión ( mCf. Mc 1, 15), la vuelta al Padre ( Cf. Lc 15, 18) del que el hombre se había alejado por el pecado.

           Se denomina sacramento de la Penitencia porque consagra un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador.

1424    Es llamado sacramento de la Confesión porque la declaración o manifestación, la confesión de los pecados ante el sacerdote, es un elemento esencial de este sacramento. En un sentido profundo este sacramento es también una  "confesión ", reconocimiento y alabanza de la santidad de Dios y de su misericordia para con el hombre pecador.

           Se le llama sacramento del Perdón porque, por la absolución sacramental del sacerdote, Dios concede al penitente " el perdón y la paz" ( OP, fórmula de la absolución).

           Se le denomina sacramento de Reconciliación porque otorga al pecador el amor de Dios que reconcilia: " Dejaos reconciliar con  Dios" ( 2Co 5, 20). El que vive del amor misericordioso de Dios está pronto a responder a la llamada del Señor: " Ve primero a reconciliarte con tu hermano" ( Mt 5, 24)". ( CIC 1420- 1424)

Comentario:

         
            En estos días de cuarentena, cuando están cerradas las iglesias y no es posible acceder al sacramento de la Reconciliación podemos hacer actos de contrición y dolor de los pecados y ofensas que hemos cometidos al no ser dóciles a la voluntad de Dios y con el propósito firme de confesarnos con el sacerdote ( pecador como nosotros, pero que obra en representación de Cristo), y así poder hacer la comunión espiritual alimento de nuestra alma.
           
             ".. Aprende a sacar, de las caídas, impulso; de la muerte, vida" (  SJM Camino 211 )